jueves, 2 de julio de 2009

Presidente por un día



Lucas Menossi
(TEA, Egresado 2006)

Cuando recibí el telegrama en el que me convocaban para ser Autoridad de Mesa en los comicios de este año me sentí aliviado. Por lo que considero un error del pasado, existía la posibilidad de que no sucediera. Esa carta me sacó de toda duda, pero no estaba seguro de querer desarrollar dicha tarea, aunque admito que la curiosidad me inundaba.

El domingo llegué al colegio a las 7 de la mañana, a la hora estaba sellada la urna, y pocos minutos después llegó el primer votante. De a poco se fue acercando el resto, en total 286 personas de las 374 del padrón. Como comúnmente se cree, no hubo necesidad de entablar discusión con nadie ya que la gente fue muy respetuosa. Al mediodía, como era de esperar, varios estaban apurados porque la tradicional pasta dominguera esperaba en casa.

Debo admitir que el tiempo pasó muy rápido y a las 22 ya estaba en mi casa. Me divertí mucho, los fiscales eran muy simpáticos y mi suplente también. Pienso que mi caso debe ser bastante particular ya que mucha gente que se ha desempeñado como autoridad de mesa pide a todos los santos antes de cada elección para no ser convocada.

De todas las anécdotas memorables que le pueden suceder a las autoridades de mesa, por suerte no me tocó ninguna. Para mi, no tanto para ustedes que seguro esperan algún cuento gracioso. Pero mi objetivo aquí es otro, es contarles cómo es ser Presidente de Mesa. No se asusten, no es terrible. Me sentí útil a la democracia.

Llegó la hora de contar los votos. Resultado: 7 anulados y algunos en blanco. Entre los que tuvimos que anular había una servilleta con la siguiente inscripción: “no los voy a votar ladrones hijos de p...”, más el recorte una página de una revista porno que debí meter en la urna nuevamente, la hubiera guardado sólo como recuerdo de mi primer voto impugnado.

Luego de completar las planillas y que los fiscales acordaran con los números resultantes me fui a mi casa. Cuando llegué me senté en una silla del comedor y le dije a Pilsen, mi perro: “Vengo de contar casi 300 votos emitidos en democracia, acabo de ser parte activa del sistema más hermoso de Gobierno que haya existido". Lo haría las veces que hicieran falta.

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